River Claure explora y cuestiona la noción de identidad como algo esencial y estancado; además aborda el paisaje como elemento de identificación y de construcción de identidad, y cómo su destrucción condiciona las identidades comunitarias.
Virgen Cerro de la serie Warawa Wawa, 2019-2020. Cortesía del artista.
Cisco de la serie Warawa Wawa, 2019-2020. Cortesía del artista.
Camión de la serie Warawa Wawa, 2019-2020. Cortesía del artista.
Warawa Wawa es el primer gran proyecto del artista andino, que lo ha llevado a exponer en diferentes festivales de fotografía alrededor del mundo. C& América Latina habla con River Claure sobre el juego, la imaginación y el quehacer artístico.
C&AL: En tu trabajo Warawa Wawa, Hijo de las Estrellas en lenguaje aymara, creaste una alegoría visual de El principito de Antoine de Saint-Exupery. ¿Me puedes contar más sobre el proyecto? ¿Y por qué El principito?
River Claure: Warawa Wawa es un proyecto que nació muy intuitiva y lúdicamente. Algo muy bonito de lo lúdico es que es orgánico. Jugar es una idea pormenorizada que se reduce a la niñez, sin embargo, yo creo que el juego es un modo increíble de generar conocimiento.
Se trata de una recontextualización de El principito en la cultura andina actual. Este punto de partida es una excusa para tocar temas como la representación de los Andes, un imaginario bastante puritano y estancado. Me permite reflexionar sobre mi propia identidad; mis abuelos migraron desde los Andes a la ciudad en los sesenta y mi identidad está marcada por la experiencia urbana moderna occidental. El principito me permitió jugar, aludir a la infancia, formalmente producir imágenes más amables, coloridas, etc., y al final dialogaba directamente con el planteamiento de nuevos universos y paisajes posibles. Este proyecto soy yo viajando por estos territorios imaginarios.
Oveja de la serie Warawa Wawa, 2019-2020. Cortesía del artista.
C&AL: Utilizas el concepto aymara chi’xi, que se traduce como color indeterminado o gris, para referirte a esa especie de espacio donde sucede la hibridación cultural. Tu trabajo se opone a la idea de que las culturas indígenas están estancadas en la imagen que les dieron los colonizadores. Tú generas nuevas imágenes, apropiándote de la herramienta que usaron los colonizadores. Háblame de cómo le das sentido a estas ideas en tu obra.
RC: Chi’xi quiere decir gris, pero también se refiere al modo de hacer gris. Las tejedoras tradicionales, cuando hacen sus aguayos, juntan hilos de colores generando la ilusión de un tercer color indeterminado. Silvia Rivera Cusicanqui fue la primera en utilizar este concepto dentro de la sociología cultural. Ella habla de culturas contradictorias entre sí, pero a la vez complementarias, y a mí me interesa esto, lo abigarrado, cosas que conviven en un mismo lugar al mismo tiempo pero que son dispares. Es un término interesante para pensar la hibridación cultural, y creo que la fantasía permite visibilizar esas identidades heterogéneas.
En mi práctica, la fotografía en sí es secundaria, tiene mucha carga utilitaria y está marcada por lógicas capitalistas de producción en masa y retribución. Yo pienso mucho la construcción de la imagen y la visibilizo a partir de bocetos. La cámara me permite registrarlos.
Villa Adela de la serie Warawa Wawa, 2019-2020. Cortesía del artista.
C&AL: ¿Me puedes hablar del rol que tienen respectivamente el juego y la ficción como proceso y como estrategia visual en tu obra y cómo te interesaste en esas estrategias?
RC: La fotografía tiene una carga muy pesada con relación a la verdad, pero mi trabajo no aborda esos debates. El juego me interesa mucho; me parece un espacio donde se encuentran lo emocional, lo racional y lo visceral. Tenemos una idea muy moderna de ser seres pensantes, pero en realidad creo que somos seres senti-pensantes y el juego es una manera de reconciliar los sentimientos y emociones con la razón.
El jugar es parte de la condición de los niños y es el modo que tienen de aprender. Los adultos tenemos cierta rigidez para el juego y creo que debemos desaprender esos moldes que nos hemos impuesto al crecer. Creo que tenemos que aprender a jugar.
C&AL: Háblame de tu proceso de trabajo con comunidades.
RC: Las comunidades con las que he estado trabajando son comunidades con las que me identifico. Mis proyectos los he estado entablando con comunidades de los Andes y en la actualidad con comunidades mineras. El modo de incorporarlas a los proyectos es muy simple, hablo mucho. Trabajar con comunidades es un proceso largo de diálogo, de ganarme su confianza y de ser honesto con mis pretensiones.
Serie Jinetes del Apocalipsis, 2019. Cortesía del artista.
C&AL: ¿Cuáles son tus planes de futuro?
RC: Ahora estoy terminando mi segundo proyecto grande. Es un proyecto que tiene que ver con pueblos que fueron mineros en Bolivia, donde hay una huella postindustrial, una huella del paisaje que ha sido dañado, y donde las identidades de las comunidades mineras han sido dañadas. Reflexiono en torno a la extracción minera y sus ciclos, en los que se va agotando el mineral, y cómo estos ciclos impactan en las comunidades y cómo se agota su calidad de vida. Respecto al primer proyecto, tiene unas emociones más negativas y sórdidas que toda la fantasía, el juego, etc., del primer proyecto.
River Claure es un artista visual boliviano que usa la imaginación y el juego para reflexionar, por medio de la fotografía y el video, sobre la identidad y la otrización.
Raquel Villar-Pérez es académica, curadora de arte y escritora. Se interesa por los discursos poscoloniales y decoloniales en el arte contemperoráneo y en la literatura del Sur Global sociopolítico. Su investigación se centra en el trabajo de mujeres artistas que abordan nociones de feminismos transnacionales, de justicia social y ambiental, y en las fórmulas experimentales para presentar esas nociones en un contexto de arte contemporáneo.