La aclamada pintora sudafricana Helen Sebidi conversó sobre su hogar, su país, sobre historia y lágrimas ancestrales con Gabi Ngcobo, Luciane Ramos-Silva y Thiago de Paula Souza.
Helen Sebidi. Mangwano Olshara Thipa Kabhaleng (La madre del niño sostiene el filo del cuchillo), 1988-1989. Acrílico sobre tela. Colección: Iziko South African National Gallery. Foto: Helen Sebidi. Cortesía del artista.
Helen Sebidi, Tears of Africa (Lágrimas de África), 1987-1988. Materiales mixtos, carboncillo, pastel sobre papel. Foto: Helen Sebidi. Colección del artista. Cortesía del artista.
Helen Sebidi, Don’t Let It Go (No lo dejes ir), 1991. Serigrafía en papel. Foto: Helen Sebidi. Cortesía del artista.
Helen Sebidi, Life’s Work (Obra de vida), 2012. El hogar de Helen Sebidi en Parktown, Johannesburgo. Cortesía del artista © 21 Icons
Luciane Ramos-Silva: ¿Podría hablarnos de su concepción del hogar como un espacio en que podemos ser, al que podemos pertenecer y el hogar como de arte?
Helen Sebidi: El hogar es mi lugar de arte. Creo que la caridad comienza por casa. Tradicionalmente el hogar era un hogar ambulante, no una casa de la cual somos propietarios como es ahora. Uno tiene que haberse vuelto naturaleza en su hogar. Yo necesito comunicarme con otros hogares, es mi deber. Con otros hogares me refiero a que uno construye el ser humano de adentro, solo, y ese ser a su vez es sostenido espiritualmente por quienes te ayudan a ver el mundo. Esa gente entonces te dirá: “No somos los dueños de este mundo, somos sus mensajeros”. Nos dieron la misión de ser mensajeros para transformar la cultura y comunicarnos.
LRS: Pensando en tierra y nación, tradición y comunidad, ¿puede describirnos los lugares de donde usted proviene? En Brasil no tenemos mucho contacto con la historia y la realidad de Sudáfrica, ¿puede contarnos algo más?
HS: Empezaré por la tierra. Nuestra gente trabajaba la tierra para seguir el camino que le había dicto el Creador. Después, la Comunidad Europea introdujo subsidios, pero nuestra gente dijo: “No queremos recibir dinero de esa gente”. Esa gente quiere quitarnos la tierra que nos dio el Creador para trabajar. Desde una perspectiva tradicional, diría que las semillas fueron plantadas por el Creador y cuando llega, la recompensa es algo que tenemos en nuestras manos y por lo que hemos trabajado. Debemos conocer nuestra semilla porque esa es la única manera en que salvaremos las culturas en crecimiento, las culturas que se comunican. Antes de eso, sufriremos. África fue el primer continente que Dios hizo y creó, de verdad es así. El Creador sabía lo que estaba haciendo. Yo soy la prueba de lo que soy y aun así digo que nunca me uniré a la cultura de otro sin comunicación. Mi abuela murió en 1981, me apuntó con el dedo y me dijo: “No trabajarás para la gente blanca, a tus padres se los llevó la gente blanca, pero a ti no te llevarán”. Cuando viajo, llevo conmigo todas las semillas que ella plantó en mí.
Gabi Ngcobo: Me gustaría tomar la descripción de África y de las complejidades del continente como pie para hablar sobre la obra que usted presentó en la pasada, 32a Bienal de São Paulo (2016), “Tears of Africa”, de 1989, que usted creó antes del accidente de auto en agosto de ese año…
HS: …antes incluso de comprender el continente. Durante los conflictos en los townships de Johannesburgo vi la muerte. Toda la ropa se me cubrió de sangre cuando le dispararon a un niño. Entonces abandoné la Johannesburg Art Foundation y me trasladé a Alexandre (un township), para enseñar y allí pasó lo mismo. Quedé en estado de shock. La gente que vino de Europa trajo su cultura a nuestro continente. Detuvieron a los que venían de las áreas rurales porque sabían que vendrían y destruirían el barrio. Y si ibas a las áreas rurales siendo alguien de un township, te detenían y te decían que no regresaras.
GN: ¿Quiénes te detenían?
HS: La gente blanca. Teníamos que registrarnos en una estación de policía para que nos permitieran dormir en el township, de otro modo nos habrían arrestado. Aunque uno saliera por seis meses, después, cuando volvías, te capturaban y enviaban a prisión por haber cruzado la frontera de modo ilegal. Era una medida preventiva que usaban para seguir haciendo que nuestra gente trabajara para ellos. Es una especie de esclavitud que hizo que nuestra gente estuviera dominada de mucho más severo porque se iban de su trabajo y cuando se suponía que tenían que rezar, le rezaban a la gente blanca, incluso hoy. Además, por supuesto, los hicimos cada vez más ricos.
GN: ¿Qué piensa de exhibir “Tears of Africa” en Brasil? ¿Qué expectativas tenía respecto al público que vio la obra?
HS: La gente que vio la obra tal vez pensó cómo ayudar a nuestra gente para volver a rezar del mismo modo en que lo aprendimos en nuestros hogares. Tal vez encuentren su camino de regreso, porque sus ancestros fueron traídos a Brasil como esclavos, no sabían adónde iban. Así que ahora tendrán que volver para aprender cómo recoger las semillas. Su libertad vendrá cuando recojan las semillas.
GN: ¿Cuando dice que encontrarán su camino de regreso, lo piensa simbólicamente, a través de su obra?
HS: Pienso que aprenderán quiénes son y vivirán como son y estarán seguros de lo que son… en Brasil. Aquellas lágrimas de los ancestros cambiarán, serán amor, ya no serán lágrimas sino algo que ayudará a la comunicación, y las cadenas de lágrimas desaparecerán, porque ellos tendrán sus propias semillas y ahora sabrán adónde van y qué hacer.
Thiago de Paula Souza: Para la Bienal usted produjo una obra nueva que se mostró junto con “Tears of Africa”. Me interesa saber cómo ha desarrollado su trabajo a lo largo de los años: sus habilidades, sus técnicas, el modo en que produce su arte en el contexto de de las nuevas generaciones que usted vio nacer y crecer. ¿Podría hablar, pues, de las diferencias en el espíritu generacional? Lo pregunto porque algunos jóvenes pueden pensar de sí mismos que han “nacido libres”.
HS: No creo que exista algo como una persona nacida libre, porque la gente que nace libre no comprende –y por eso hablé de posesión– que no nos poseemos a nosotros mismos. Tenemos que seguir moviéndonos y ver las cosas de modo adecuado, sabiendo que no poseemos nada. Si no vas al otro lado nunca sabrás qué hay. Es como mi obra, yo no sé qué haré cuando llegue al estudio de Salvador de Bahía. Estaré sorprendida por todo lo que llevaré conmigo después de visitar todos los lugares a los que pienso ir. Los sueños tienen importancia en mi producción. Pero también comienzo jugando y observando qué surge adentro, qué surge afuera. Al final es cuando soy capaz de encauzar todo lo que estuve haciendo antes. Es un despertar espiritual y estoy muy contenta de poder trabajar de ese modo.
Mis sueños son una parte importante de mi producción. Pero también empiezo jugando y siguiendo lo que viene de aquí y de allá.
LRS: Volviendo a “Tears of Africa”: la obra evoca gente seducida por la vida de la ciudad, ¿cierto? Pienso en las transiciones que vivió usted, en sus experiencias en Johannesburgo y fuera de Sudáfrica. ¿Puede hablarnos de esos recorridos?
HS: En Sudáfrica hay una gran grieta entre las áreas rurales y la ciudad. La vida urbana se desarrolló robándole al campo, la gente blanca robó las habilidades de la población rural y después las reclamó como propias. Si en Sudáfrica no hubiera habido apartheid, las áreas rurales se habrían desarrollado y el mundo entero habría comprendido que África tiene los mejores bosques.
Gabi Ngcobo fue cocuradora de la 32a Bienal de São Paulo (2016) y será la curadora de la 10a Bienal de Berlín (2018). Artista, curadora independiente y docente, Ngcobo es profesora de la Wits University School of Arts, Johannesburgo.
Luciane Ramos-Silva es antropóloga, coreógrafa, y organizadora de arte comunitario.
Thiago de Paula Souza vive en São Paulo y es docente del Museu Afro Brazil. Su investigación actual se enfoca en relaciones raciales, arte africano y afrobrasileño, y en la representación del arte africano y de la diáspora africana en regiones de habla alemana.
Traducido del inglés por Nicolás Gelormini.