La singular obra artística de Mestre Didi surge de una serie de conocimientos obtenidos en el interior del Candomblé Nagô, con el cual siempre mantuvo una relación de profunda intimidad. Lo mítico-sagrado impregna la obra del sacerdote-artista, que dejó un legado de más de un centenar de esculturas.
Mestre Didi, ÔPA N’ILÊ CEPTRO DA TERRA, 1997. Escultura. Resina de poliéster orfólica de vidro 320 x 200 x 80 cm.
Mestre Didi, IWIN-IGI (O ESPÍRITO DA ÁRVORE) 1994. Escultura. Nervadura de palmera, paja de costa, cuero, búzios, cuentas y perlas. 170x 35 x 16 cm.
La categoría de arte afrobrasileño permite encuadrar un gran número de artistas que, grosso modo, pueden dividirse entre aquellos que toman la cuestión negra como tema de su producción plástica y aquellos que abordan esta cuestión ante todo a partir de su experiencia social de ser negro en un mundo lleno de barreras. En Brasil, muchas manifestaciones racistas se esconden bajo la máscara discursiva de la igualdad y universalidad de los derechos y deberes modernos. En el caso de muchos artistas negros, es la experiencia social lo que nutre su poética y no es infrecuente que la estética de sus obras lleve a discusiones políticas que plantean interrogantes al conjunto del mundo del arte.
En el primer grupo pueden citarse los artistas europeos que, en su condición de viajeros, registraron aspectos de la vida de las personas negras esclavizadas, principalmente durante el siglo XIX. Más tarde, artistas modernistas como Tarsila do Amaral, Lasar Segall, Anita Malfati, Candido Portinari y otros se interesaron por la cuestión negra como objeto de sus especulaciones creativas. Actualmente, entre los artistas contemporáneos, los fotógrafos Mário Cravo Neto y Miguel Rio Branco son ejemplos de ese interés por la temática negra.
En cuanto al segundo grupo: la inclusión de la producción escultórica negra en el campo de las “bellas artes” sólo se daría a partir del silgo XX, a través de un artículo escrito por el médico Raimundo Nina Rodrigues, publicado en la revista Kosmos en 1904. El texto en cuestión no sólo salvó del vandalismo cultural a un conjunto de piezas consideradas bellas artes, sino que su publicación humanizó a una población históricamente tratada no como personas sino como cosa o componente de la economía esclavista. Rodrigues estaba interesado sobre todo en el aspecto etnográfico de este arte, de ahí que, según él, debiera ser estudiado antropológicamente teniendo en cuenta los usos y funciones que desempeñaba en el Candomblé. Gracias a este autor y, más tarde, a su discípulo Artur Ramos, aumentó el interés no sólo en la recolección de estos acervos de arte sagrado sino también en su estudio y difusión.
En el caso de muchos artistas negros, es la experiencia social lo que nutre su poética y no es infrecuente que la estética de sus obras lleve a discusiones políticas que plantean interrogantes al conjunto del mundo del arte.
La categoría de arte afrobrasileño que considera la producción de artistas negros es, por lo tanto, contemporánea al nacimiento de Mestre Didi, en 1917, y evolucionó y se volvió más compleja en un recorrido paralelo al del sacerdote-artista. La singular obra artística de Mestre Didi surge de toda una serie de conocimientos obtenidos en el interior del Candomblé Nagô, con el cual siempre mantuvo una relación de profunda intimidad. Su poética parte de esos conocimientos y los amplía por medio de soluciones formales orientadas hacia el mundo mítico africano y afrobrasileño. Y fue para esa comunidad que confeccionó de modo exclusivo muchos objetos litúrgicos. Más tarde, a mediados de los años sesenta, inició su carrera artística persona, premiada y reconocida, si bien al principio su obra no fue aceptada en el medio artístico brasileño más que como arte decorativo.
Didi Mestre fue iniciado en la comunidad Nagô en 1925, en el terreiro Ilê Axé Opó Afonjá, para el sacerdocio del panteón de la tierra dedicado a la diosa Nanã y sus hijos Omolu/Obaluiyê y Oxumaré. Así, fue en calidad de Assobá –sumo sacerdote del culto de Omolu– que aprendió a hacer objetos simbólicos como el Xaxará de Omolu y el Ibiri de su madre, Nanã, que se elaboran con palitos de palmera de dendê ceñidos por cintas de cuero teñido y adornados con caracolas, cuentas y semillas, calabazas y palha da costa. La presencia de estos y otros materiales orgánicos como el barro, la rafia y el hierro dan cuenta de las dos caras de su persona, el artista y el sacerdote.
Aunque lo mítico-sagrado sea un asunto presente en toda la poética de Mestre Didi, no puede ser confundido con lo sagrado del Candomblé. Así, las obras de arte que exhibía en exposiciones se distancian de aquellas destinadas al uso religioso. Un Xaxará o un Ibiri ritual son imantados, es decir se los sacraliza con sustancias que transmiten la energía de la naturaleza –axé–, como el aceite de dendê, hojas de plantas y miel y también con encantamientos –ofó– pronunciados en forma de rezos para que el objeto alcance la finalidad esperada. Por lo tanto, aunque esté hecho de los mismos materiales, lo que prima en un objeto artístico es que no ha sido producido para ser utilizado en un terreiro sino para ser contemplado en una exposición. De este modo, piezas como Sasara Nlá – Grande Xaxará (Xaxará grande) (2000); Eleye N´la – Grande Passaro Mãe (Pájaro grande madre) (2007); Opa Aiyê Orun – Cajado da Ancestralidade (Cayado de ancestralidad) (1999); Egin Awô – Lança do Mistério (Lanza del misterio) (1994) o Opaejô Merim – Cajado das Quatro Serpentes (Cayado de las cuatro serpientes) (1993) jamás se confunden con artefactos religiosos por más que nos recuerden la belleza plástica deseada y necesaria para una vivencia plena del Candomblé.
La categoría de arte afrobrasileño que considera la producción de artistas negros es contemporánea al nacimiento de Mestre Didi en 1917.
Diferentes críticos interesados en la producción de Mestre Didi subrayaron el aspecto mitológico de su obra, cuya fórmula, concebida por él mismo, de “evolucionar sin perder la esencia” ofreció las bases para el desarrollo de más de un centenar de esculturas. En toda la extensión de su obra es posible encontrar tanto los materiales característicos de su posición religiosa, antes mencionados, cuanto algunos temas, como serpientes o pájaros. Si la serpiente remite a Oxumaré, el orixá de la creación, el pájaro es una evocación de Ossayn, el orixá que rige los conocimientos botánicos. En las manos de Mestre Didi, la memoria ligada a la tradición no es simplemente un inventario. Ante todo es invención creadora.
En 2013, año de su muerte, el Museo Afro Brasil celebraba sus nueve años de existencia y realizó la exposición O Alapini-Escultor da Ancestralidade Afro-Brasileira (El escultor Alapini de la ancestralidad afrobrasileña), uno de los mayores homenajes a la memoria de Mestre Didi. Emanoel Araujo, eterno admirador de Mestre Didi y de su doble vida como sacerdote y artista, fue uno de los que más promovió el reconocimiento de su obra dentro y fuera de Brasil. Al llamarlo “escultor Alapini” Araujo reafirmó la importancia que Didi tuvo en el culto a los Egun ancestrales, desde que se inició a los ochos años de edad en el sacerdocio de los muertos considerados importantes por el pueblo Yorubá. En 1980, tras haber acumulados de experiencia ritual, Mestre Didi fundó la Sociedad Cultural y Religiosa Ilê Asipá de culto a los Egun ancestrales, en Salvador de Bahía que él mismo presidió. Actualmente, en esa misma ciudad, se han instalado obras en lugares públicos, como O cetro da ancestralidade (El cetro de la ancestralidad) (2001) en el barrio de Rio Vermelho. Y en São Paulo, el parque escultórico de la Fundación Cultural y Artística Gilberto Salvador exhibe la obra Opa Nilá Bàbá Igi – Grande Cetro do Ancestral das Àrvores (Gran cetro del ancestro de los árboles) (2012).
Alexandre Araujo Bispo es antropólogo, crítico, curador independiente y docente.
Traducido del portugués por Nicolás Gelormini.