Entrevistada por la curadora Diane Lima, la artista Castiel Vitorino Brasileiro habla sobre su primera exposición individual y reflexiona sobre las complejidades de vivir su Diáspora negra.
Castiel Vitorino Brasileiro, Empazinada, 2019. Cortesía de la artista.
Castiel Vitorino Brasileiro, Aglutinar e Redistribuir, 2019. Cortesía de la artista.
Exposición O trauma é brasileiro. Foto: Castiel Vitorino Brasileiro.
C&AL: ¿Cuándo decidió recordar aquello que olvidó? ¿Y de qué modo esa experiencia está elaborada en su muestra “O trauma é brasileiro”?
Castiel Vitorino: Fue cuando deseé un olvido completo de mí misma. El Occidente llama a esa experiencia pensamiento suicida, y de hecho lo fue. Un pensamiento y una sensación intensa de querer el fin de mi existencia. Cuando falleció mi abuelo Benedito, en diciembre de 2018, volví a comer pescado y jaca, que a él le encantaban y a mí me costaba comer. Ahora mi abuelo vive en este plano terreno bajo la forma de deseos, y también vive en mi añoranza y en mi sobrenombre Brasileiro. Mi bisabuelo paterno recibió del dueño de la hacienda donde vivía el nombre de Brasileiro. En sus movimientos de huida, construyó para sí otro nombre: Augusto. Augusto Brasileiro, el nombre de mi padre, su nieto. Y decidí recordar eso hoy, para mañana poder despertar y seguir orientando mi vitalidad hacia la cura de esos traumas que son los Brasileiros y los Vitorinos. En este proyecto, ya he recolectado imágenes analógicas del acervo de mi familia y también agrego mis experiencias a esos álbumes. La experiencia se reelabora así y también de otros modos. Recordar con la mirada y con el gesto lo que puedo olvidar: la complejidad de mi existencia, de mi vida.
Recordar con la mirada y con el gesto lo que puedo olvidar: la complejidad de mi existencia, de mi vida.
C&AL: En algunos textos, usted dice que la vida es una cuestión de cura y que, cuando deseó seguir estando viva, se volvió curandera. ¿De qué modo la macumba y la psicología formaron una encrucijada en su producción artística?
CV: La macumba y la psicología son, igual que el arte, manipulación de la energía vital. Esa encrucijada siempre estuvo ahí, pero en determinado momento pude asumirla como campo de fuerza. Ese momento se dio durante un tiempo de cura que inicié después de tener un pensamiento suicida, es decir, un deseo de olvido y no de metamorfosis. En el terreiro, mi cuerpo es vehículo e impulsor de diálogos, lo mismo en la clínica y en el arte. Y como mi práctica artística es una experiencia de integración, la macumba y la psicología participan como caminos posibles de esas experiencias del cuerpo y juntas forman la complejidad existencial con la cual vivo mi Diáspora negra.
C&AL: En bastante medida las palabras y los discursos no alcanzan a nombrar y decir las violencias que sufren nuestros cuerpos disidentes y racializados, y que invisibilizan nuestra vitalidad y nuestra presencia física en este mundo. ¿Qué pasa cuando ese cuerpo comienza a envejecer y qué estrategias de autopreservación podemos adoptar?
CV: La oposición a esos saberes se logra en la medida que damos lugar y respetamos nuestro tiempo singular: el tiempo de la sonrisa, del llanto, del placer, de la gastritis. El envejecimiento se produce en la medida en que estamos siendo regidas en el útero. La autopreservación se produce cuando entendemos que la modificación también es proliferación de nuevos modos de vivir. Mi abuela Julite dice que cuando envejecemos, vamos disminuyendo de tamaño, y sólo volvemos a crecer una vez que morimos. Vea, la vida es como un acordeón. Contraer y expandir. La habitación de cura de cada persona existirá en la medida en que haya la posibilidad de salir y entrar, ir y volver, abrir y cerrar, contraer y expandir nuestra vitalidad. La oposición está ahí, en la experiencia “exusiática” de movilización, de giros, de caminos imposibles. Somos contrarias y contradictorias cuando vivimos lo que es imposible para el colonizador: nuestra libertad. Afirmar la libertad, con mi cuerpo racializado, ya es una actitud de libertad, pues a los cuerpos negros se les negó la libertad, pero al mismo tiempo se produjo una experiencia de encrucijada. Aquí –en nuestro cuerpo-encrucijada– asumimos caminos posibles e imposibles en una dinámica de negociación con las vidas que nos curan y con las que nos quieren aniquilar.
C&AL: Citando a Seloua Luste Boulbina y su pensamiento sobre la desorientación como forma de librarnos de una geografía mental colonial: ¿cómo, a partir da su experiencia, ha creado usted estrategias para desorientarse en el mundo tal como lo conocemos y acceder a lo que se ha llamado “saberes tradicionales de manipulación vital”?
CV: Es un ejercicio de valentía que hago siempre que logro equilibrar mi inseguridad. Sí, es una desorientación que han llamado locura o posesión diabólica. Cuando deseo vivir de modo feliz, creo mundos. No sólo los creo, llego a habitarlos. Es un territorio existencial que crea límites al colonizador. Por eso me vuelvo desorientada, mala y peligrosa, pues paso a ser una vida incomprendida. Cuando afirmo la cura, me desoriento respecto a los saberes filosóficos occidentales en la medida en que se afirman universales. La cura es una experiencia producida y comprendida por las benzendeiras, curanderas y rezadoras, a las que justamente las industrias neoliberales farmacéutica y médica criminalizan y el fundamentalismo cristiano considera pecaminosas. Esas industrias y filosofías no entienden nuestra jerga y, y en el fetiche colonial de intentar comprender, se producen robos. Entonces, me desoriento cada vez que me curo. Y la cura es una experiencia efímera de salud. Y la salud son los equilibrios vitales.
C&AL: En su producción vemos la puesta en movimiento de diferentes lenguajes, como la fotografía, el video, la instalación, la performance y la escultura con la producción de objetos en cerámica y materiales orgánicos. ¿Cómo se dio ese proceso de experimentación y creación desde el punto de vista formal? ¿Y cómo cree que esos procedimientos nos ayudan a hablar de una ética anticolonial en el arte?
CV: Toda forma es un gesto. Yo deseo desaprender gestos coloniales y gozo cuando logro desaprenderlos en gestualidades de libertades. Mi cuerpo es una materialidad en transformación perpetua, mi existencia asume formas que ayer no imaginaba o a las que antes les tenía miedo. Hoy reelaboro en mis obras esas formas imaginadas y corporificadas. El arte para mí es una invitación a desaprender gestos que producen formas de paralizar mi movimiento de diferenciación. Deseo y necesito asumir y comprender esos lenguajes artísticos como experiencias de inmersión, nunca de ahogo. Inmersión en mi vida con un video o con una instalación de modo estratégico, de acuerdo con la profundidad existencial que deseo compartir con quien está en la superficie.
Castiel Vitorino Brasileiro es artista, graduanda de Psicología de la Universidad Federal de Espírito Santo, investiga e inventa relaciones en que los cuerpos no-blancos se desprenden de las amarras de la colonialidad. Creadora del proyecto de inmersión en procesos creativos descoloniales Devorações.
Diane Lima es curadora independiente e investigadora. Magíster en Comunicación y Semiótica de la PUC-SP, su trabajo se concentra en ensayar prácticas curatoriales multidisciplinarias desde una perspectiva descolonial.
Traducción del portugués de Nicolás Gelormini