El pasado 8 de enero, Brasil se paralizó ante escenas terribles provocadas por extremistas de derecha que invadieron el Palacio de Planalto. Estas acciones desmedidas, mas allá de poner en riesgo el estado de derecho y la democracia, fueron una falta de respeto hacia el pueblo brasilero y causaron daños al patrimonio y a las arcas públicas. Autodenominados “patriotas” y “defensores del país”, los extremistas destruyeron estructuras arquitectónicas, muebles, aparatos electrónicos, documentos oficiales y piezas de arte que adornaban el lugar. Ni siquiera se salvaron objetos que podrían ser leídos como nacionalistas. Algunos ejemplos son: la pintura Bandera de Brasil, de Jorge Eduardo; la escultura en bronce del escudo de armas de la República; la versión original de la Constitución Brasilera de 1988.
El increíble episodio duró aproximadamente tres horas y dejó rastros de destrucción allí por donde pasó, pero también afectó la vida de los brasileros, que todavía buscan formas de lidiar con los impactos que generó. En el intento de promover caminos de reflexión sobre este momento, de comprender este capítulo de la confrontación ideológica y política que atraviesa a Brasil, presentamos aquí algunas líneas y referencias.