Modos de pertenencia

Cuando el agua se convierte en pantalla

Pocos conceptos hablan tanto de lo personal como político como las ideas de «hogar» y «pertenencia». Desde el hogar como lugar de arte, a la ciudad como lugar donde todo el mundo es potencialmente un extranjero, esta serie incluye textos que exploran la manera en que artistas y curadores revelan y resignifican la arquitectura, la domesticidad marcada por el género, la ciudadanía y la espiritualidad a través del arte. El fotógrafo Amine Oulmakki nos invita a una búsqueda existencial en torno a la imagen, la historia y la memoria. Nuestra autora Elsa Guily conversó con él sobre su obra OXYGÈNE (Oxígeno)

C&: Trabaja en blanco y negro. Eso le da a las imágenes un contraste altamente denso. ¿El blanco y negro involucra a la narrativa en una confusión temporal?

AO: Siempre he trabajado en blanco y negro, ya sea en fotografía o en cine. La imagen es un momento que se ha vivido. El tiempo está contenido en la imagen. Para mí, la fotografía está siempre asociada a una idea de tiempo en el pasado. De hecho, veo todos mis recuerdos en blanco y negro. ¿Acaso la imagen realmente posee la cualidad de hacer visible la realidad? Para mí, la imagen en blanco y negro evoca una imaginación del color que está ahí para ser interpretada por el espectador y su historia. No transmito la realidad, articulo algo entre la emoción, la imagen real y la ficticia. Así que usar blanco y negro me permite aislar la imagen e impedir que sea tomada como prueba, tener que justificar lo que es real.

C&: La mirada no es la única forma de percepción sensorial que provoca su instalación, el oído también está muy presente y, hasta cierto punto, el tacto a partir de la noción de materialidad del agua. Desde su perspectiva, ¿es posible sentir una imagen, experimentarla de otra manera que no sea a través de la visión?

AO: Cuando era un niño, mi padre me contaba cuentos populares de Las mil y una noches. Él es maestro en educación islámica. Eso cultivó un repositorio de imágenes que creé para mí sin que nunca las hubiera visto, solo escuchado. Cuando hablo con la gente, no veo nada más que imágenes. Después de mis exámenes de secundaria –que eran bastante normales solo había una cosa que quería hacer: entender la imagen, ¡explorarla! Y fue así cómo comencé con el cine. Hoy mi objetivo es revocar la percepción visual, abrazar la presencia del cuerpo más allá de la pantalla bidimensional.

C&: Entonces, ¿son las historias un conducto importante de transmisión y comunicación, de creación de imágenes?

AO: Sí, están muy presentes en el mundo árabe, porque muchas prácticas culturales árabes se basan en el habla más que en la imagen. Eso da lugar a un mundo imaginativo, donde todos pueden ser creativos y no estar atrapados en imágenes estancadas. En mi primer viaje a Francia, me sentí abrumado por la abundancia de publicidad pictórica que había en el espacio público. La cultura pictórica en el mundo árabe está muy conectada con la narración, eso es lo que mantiene la imaginación en marcha. Si tengo un hijo, me gustaría criarlo con una radio y grabar historias que pueda reproducir, para que cree su propio mundo visual y no le venga impuesto desde el exterior. Demasiadas imágenes imponen una visión del mundo. Descubrir cómo percibir y producir una imagen, mientras desarrollo una historia personal, es el punto de mi práctica artística. Es un proceso tan lento como ver un flujo de agua a través de una grieta de tiempo.

C&: Así que el arte es una metáfora de la existencia arraigada en lo local que siempre está incrustada en una dualidad con lo global…

AO: El arte no tiene fronteras ni límites. Se puede compartir en todo el mundo. Estoy muy interesado en el intercambio que el arte crea a través del encuentro entre culturas, en la manera en que permite percibir e imaginar las cosas de una manera diferente a como lo haríamos en nuestro propio espacio cultural dado. En mi opinión, así es cómo el arte enciende la posibilidad de crear identidades individuales ligadas a la especificidad de las raíces. Tener un anclaje en la especificidad del ser es lo que le da al arte una dimensión universal en tanto medio de comunicación sobre las profundidades de lo humano.

Elsa Guily estudió historia del arte y trabaja como crítica de arte independiente en Berlín. Le interesa la intersección entre las prácticas decoloniales, la teoría crítica y las representaciones visuales.

Traducido del inglés por Catalina Arango Correa

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