El Museo del Barro, en Asunción, está dedicado a todo tipo de artes visuales que ponen de manifiesto la diversidad cultural y étnica de Paraguay. Hablamos con Lía Colombino, directora del Museo de Arte Indígena de la institución, sobre los objetivos y retos del Museo.
Ricardo Migliorisi, Carpilla Sixtina. Foto: Fernando Allen. Cortesía Museo del Barro.
Sala de Máscaras de Kamba Ra'anga, Arte Popular Campesino. Foto: Fernando Allen. Cortesía Museo del Barro.
Sala de Arte Indígena. Foto: Fátima Schulz Vallejos. Cortesía Museo del Barro.
El Museo del Barro es una iniciativa privada, constituida a lo largo de más de tres décadas de trabajo. Nació en 1972 –en plena dictadura– bajo el nombre de “Colección Circulante”, fundada por Olga Blinder y Carlos Colombino. El proyecto consistía en la exposición itinerante de gráficas urbanas en centros culturales, plazas y universidades. En 1984 se inauguró la Sala Josefina Plá, en Asunción, núcleo central de la actual sede del Museo.
Hablamos con Lía Colombino, directora de la sección conocida como Museo de Arte Indígena, sobre las colecciones del Museo, sus objetivos y los retos de exponer arte popular, indígena y erudita en un mismo lugar.
C&AL: ¿Cómo nace la idea de crear este espacio?
Lía Colombino: El museo está muy atravesado por afectos, por una suerte de complicidades, de acuerdos y desacuerdos que también tienen que ver con una resistencia cultural que lleva a un grupo de personas a tratar de encontrarse en un espacio donde se sientan representados. Los artistas e intelectuales que estuvieron involucrados en la creación del Museo del Barro carecían de asilo, porque las instituciones paraguayas dedicadas al arte que existían en la década de 1970 eran conservadoras y el compromiso de algunos artistas con ciertas posturas políticas no los hacía bienvenidos. Entonces había un deseo de construir algo en donde ellos pudieran participar.
C&AL: ¿Qué podemos encontrar en las colecciones del Museo del Barro?
LC: Tres colecciones: de arte indígena, de arte popular –que es arte campesino–, y una colección de arte de raíz más erudita. Esto es lo que la gente generalmente llama “arte”, como los cuadros, las instalaciones o los grabados. Es el arte más urbano y se trata de una colección de obras de Iberoamérica, no solo de Paraguay. En el Museo se pueden encontrar salas permanentes y de exposiciones temporales. La colección de arte indígena fue donada en un 90% por Ticio Escobar –abogado, escritor, curador y crítico de arte paraguayo–, aunque también hay donaciones de otras personas. Pero la mayoría fue comprada a las comunidades indígenas a lo largo de muchos años. Las imágenes religiosas también. En Paraguay hubo una producción muy grande, sobre todo de santería doméstica y alguna santería eclesial que estuvo en manos privadas. La parte de cerámica popular fue comprada, al igual que el ñanduti y las máscaras de la fiesta tradicional Kamba Ra’anga. En cuanto a la colección de arte más erudita y urbana, casi todo es donación o intercambio.
C&AL: Teniendo en cuenta esta diversidad de obras, ¿cómo se logra conectar el arte indígena, popular y erudito en un mismo lugar?
LC: Nosotros abogamos por la contemporaneidad de estas piezas. Lo que se hace es una lectura de las obras desde categorías distintas, porque no se puede esperar que bajo condiciones de vida distintas la producción sea igual, por ejemplo en el caso de los indígenas y de un artista urbano. Lo que hacemos es cruzar todas esas producciones para que dialoguen entre sí. El Museo está dividido en salas y en algunas exposiciones se mezclan las obras. Allí es posible percibir las diferencias que existen. Y es que el mundo es justamente eso: diverso.
C&AL: ¿Hay participación directa de comunidades indígenas o se examinan y exponen las obras desde una visión puramente museológica?
LC: En 1988, Ticio Escobar escribió un libro llamado Misión: etnocidio, donde denuncia el etnocidio indígena durante la dictadura militar de Alfredo Stroessner, de 1954 a 1989. Además, junto con otros antropólogos y comunidades indígenas, se conformó la Comisión de Solidaridad para con los Pueblos Indígenas, a través de la cual se pudo ayudar a comprar tierras y a defender los derechos de estas comunidades. Es decir, antes que nada hay una preocupación que va más allá del simple objeto. En 1989, meses después de caer la dictadura, Escobar, el antropólogo Miguel Chase Sardi y Olek Vysokolán organizaron la exposición El sueño amenazado: arte indígena en Paraguay, que contó con la participación de comunidades indígenas y presentó un panorama de la producción estética de las distintas etnias, por encima de sus destinos rituales y sus funciones utilitarias. Esa exposición dio pie a la colección de arte indígena del Museo.
La sección de traje ceremonial fue armada en las vitrinas por los mismos indígenas. Existe una relación con las comunidades indígenas, a veces mayor, a veces menor, pero siempre estamos dispuestos a apoyar cualquiera de sus luchas. Lo que buscamos con esta colección es darles mayor visibilidad y ayudar a cambiar esa visión sobre el indígena, esa que generalmente acarrea una mirada victimizante. Y creemos que el hecho de que sus piezas estén categorizadas como arte y formen parte del museo puede beneficiarlos. Porque justamente esa la idea del Museo: poner en pie de igualdad las manifestaciones artísticas independientemente de quién las haya hecho, darles la misma importancia.
C&AL: ¿Cuáles son los criterios para seleccionar las piezas?
LC: El valor histórico, lo que representa la obra y un valor estético también, aunque este último va cambiando con el tiempo. Actualmente ya casi no compramos cosas porque no hay fondos para eso y tampoco espacio, pero si aparece una donación se charla para tomar la decisión. Actualmente, en el Museo hay alrededor de 10.000 objetos, que incluyen una colección grande de obra en papel. Solamente de arte indígena, en este momento, tenemos más o menos de 2.500 piezas, en imágenes religiosas debe haber aproximadamente 800 y máscaras de Kamba Ra’anga unas 300.
C&AL: ¿Cuáles son los desafíos y los proyectos para el futuro, teniendo en cuenta las innovaciones tecnológicas actuales?
LC: Eso de momento no es una preocupación. Lo que quisiéramos lograr es que el Museo tenga un mayor número de visitantes, y ese sí es un desafío fuerte, pues en Paraguay la gente casi no va a museos. Para ello es necesario tener una estrategia de difusión y marketing. Sería bueno, por ejemplo, que el plan de estudios del colegio tenga la visita obligada a un museo o que alguna institución del Estado se encargue de atraer visitantes.
C&AL: ¿En su opinión, cuáles son los mayores atractivos del Museo?
LC: La Sala de Máscaras de Kamba Ra’anga suele ser la más fotografiada en Instagram. También hay una obra de Ricardo Migliorisi llamada Carpilla Sixtina, es la otra más fotografiada. Te permite entrar a la obra y los visitantes se fotografían adentro.
Museo del Barro Grabadores del Cabichuí 2716 e/ Cañada y Emeterio Miranda Asunción, Paraguay
Entrevista realizada por Fátima Schulz Vallejos, licenciada en Periodismo y Magíster en Comunicación Social por la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona (España). Editora y redactora de revistas del Diario Última Hora, de Paraguay.