El primer Black Curators Forum tuvo lugar en Toronto, Canadá, hacia fines de 2019. Promovido por Dominique Fontaine, Gaëtane Verna, Julie Crooks, y Pamela Edmonds, el evento reunió alrededor de veinte curadores, escritores, académicos y trabajadore del arte negros de toda Norteamérica para discutir cómo los curadores negros trabajan con una ética de un cuidado suplementario. La escritora Kelsey Adams echa un vistazo a los desafíos y aspiraciones que se abordaron en el foro.
Fotógrafo: Henry Chan. Locación: participantes del Black Curators Forum en la Olga Kolper Gallery, 2019
Fotógrafo: Sandy Pranjic. Locación: participantes del Black Curators Forum en la Art Gallery of Ontario, 2019.
Henry Chan. Locación: cena entre obras de la serie Anxious Audiences (Públicos ansiosos) de Rashid Johnson en la galería Power Plant, 2019.
Inclusión, diversidad, visibilidad, representación. Todas estas palabras han empezado a sonar como palabras de moda vacías, lentamente despojadas de significado con cada panel o foro comatoso que simula establecer un cambio real. Por lo general con buena intenciones pero sin acciones concretas, esos debates dan la impresión de ser inútiles. Trátese de la disparidad entre los profesionales blancos y los otros, trátese de la meseta laboral que sufren las mujeres, a menudo nos quedamos esperando. Son diferentes factores los que están en juego, por ejemplo, el crecimiento de una “corrección política” falsa, donde las personas (e instituciones) quieren alinearse con políticas correctas pero sólo de modo superficial. Es una buena política de relaciones públicas estar a favor de la diversidad, pero implica trabajo, un trabajo poco glamoroso, fastidioso.
Es frustrante, porque, a pesar de lo dicho previamente, necesitamos más inclusión, diversidad, visibilidad y representación. Pero deben ser genuinas. Discutimos esos temas hasta el hartazgo porque todavía son absolutamente cruciales. El problema consiste en llevar esas conversaciones desde lo hipotético hasta un espacio más práctico y donde se pueda actuar.
El Black Curators Forum inaugural tuvo lugar en Toronto durante la última semana de octubre de 2019 y reunió a unos veinte curadores, escritores académicos y trabajores del arte negros de Norteamérica. El foro es hijo intelectual de Dominique Fontaine, curadora y directora fundadora de Aposteriori, de Gaëtane Verna, directora de The Power Plant Contemporary Art Gallery, de Julie Crooks, curadora asociada de fotografía de Art Gallery of Ontario y de Pamela Edmonds, curadora en jefe del McMaster Museum of Art.
Partimos el pan en el centro de The Power Plant, flanqueados por la serie Anxious Audience (Públicos ansiosos) del artista estadounidense Rashid Johnson. Aunque se trataba de un evento social de viejos amigos y nuevas caras, las palabras de apertura de Verna perduraron durante toda la cena: “Cada vez que pienso en el terreno en el cual está nuestra galería, pienso en el borramiento, el borramiento de personas e historias. Pienso en los que tienen el privilegio de escribir la historia y en las personas que eligen, a veces de forma violenta, ignorar. Pienso en los tantos innovadores que abrieron el camino para que estemos hoy y cuyas historias todavía no se han contado.”
Sus palabras prefiguraron fin de semana para remapear la historia, construir redes internacionales y sistemas de supervivencia. El imperativo del foro era reinscribir las contribuciones de los curadores negros en la narrattiva del canon artístico canadiense. Algunos de esos pioneros eran Andrea Fatona, Betty Julian, James Oscar, Geneviève Wallen, Mark Campbell, Cheryl Blackman, Eunice Bélidor y Liz Ikiriko.
Desde la disolución en los años noventa de Canadian Black Artists in Action no hay ninguna organización nacional que conecte a los artistas y curadores negros. Hay muchas fuerzas obstructoras que hacen que un curador negro nunca sea sólo un curador: el racismo antinegro directo y simple, la carga de trabajo emocional, el encasillamiento, la expectativa de representar a una comunidad entera, ser llamado un mes por año (ustedes saben qué mes), necesitar un nivel académico mayor que el resto para ser considerado, caminar en puntas de pie entre autoridades supremacistas blancas.
Pero el foro no trató estos temas. Hubo espacio para reclamos pero de verdad la cuestión fue encontrar soluciones.
“Todos éramos muy conscientes de que teníamos el tiempo limitado, que ese tipo de ocasiones es infrecuente”, dice Josephine Denis, una curadora y abogada que vive en Montreal.
El sábado 26 de octubre, los objetivos comenzaron a tomar forma a lo largo de siete horas en el hall inferior de AGO. La curadora estadounidense Courtney J. Martin, directora del Yale Center for British Art, inauguró la jornada con una charla sustanciosa. En el debate general reaparecieron varias veces algunos puntos: la creación de una visión o directiva nacional para el arte negro en Canadá, y la necesidad de más investigación sobre el arte negro canadiense moderno e histórico para conectarlo con una historia del arte más amplia. La conservación también abordó el desarrollo de una red de curadores para influir en las prácticas sociales, políticas e institucionales vinculadas al arte negro.
Los curadores negros cargan con una inmensa responsabilidad —hacia la obra que fue hecha antes que ellos, hacia los artistas negros y no negros con los que trabajan y también la responsabilidad de dejar a la generación siguiente un sector artístico mejor que el que ellos encontraron— de una forma en que no se espera o se pide de sus colegas blancos. Los curadores y trabajadores del arte negros a menudo asumen todo ese trabajo adicional sin reflexionar un segundo; parece ser parte de la esencia propia de sus prácticas.
Como escritor negro, siento la responsabilidad de narrar historias con cuidado, para contrarrestar la representación incorrecta e inscribir la obra de los atirstas negros en el canon artístico canadiense. Abordo la escritura y la crítica sobre el arte negro con inquietud por la misma razón, por miedo al riesgo de una mayor marginalización. Tal vez estoy siendo demasiado delicado. No toda la crítica del arte negro necesita ser celebratoria o aduladora —eso obstruye un discurso constructivo— pero debe estar definitivamente arraigada en una ética del cuidado.
Comencé a considerar cómo las obras de diferentes curadores y pensadores negros se nutren y construyen recíprocamente. La obra que hicieron los artistas de Black Wimmin en 2019 estaba directamente influida por el Diasporic African Women’s Art de 1989. En 2014, Andrea Fatona encabezó el encuentro “The State of Blackness” en la OCAD University, que condujo a la creación de una base de datos de obras, ensayos, narraciones orales e investigaciones de y sobre artistas, críticos y curadores canadienses negros. El primer libro sobre la historia del arte negro canadiense, Towards an African Canadian Art History: Art, Memory, and Resistance (Hacia una historia del arte africano-canadiense; arte, memoria y resistencia), fue compilado por Charmain Nelson y se publicó en 2018 . Mucho en esa historia proviene de fuentes orales de modo que tener textos le otorgaría integralidad.
En el Black Curators Forum, muchos participantes aseguraron que trabajarían en colaboración para aumentar los estudios en ese campo. Durante los debates, Pamela Edmonds relacionó la tarea de curador negro con la de archivista.
La carrera de décadas del artista, escritor y curador David Woods es un buen ejemplo de esa perspectiva. En una entrevista dijo que “la gente no conoce la historia del arte porque gran parte no ha sido escrita .” Oriundo de Dartmouth, Woods fue cocurador de “In this Place: Black Art in Nova Scotia,” la primera muestra de arte africano de Nueva Escocia, en 1998. Mientras investigaba y seleccionaba obras para la muestra, Woods entró en las casas de la gente y encontró todo tipo de tesoros que estaban escondidos en los rincones de los subsuelos. Encontró obras de Edward Mitchell Bannister y Edith MacDonald-Brown, no necesariamente conocidos, pero Woods expone argumentos de por qué deberían serlo.
“Cada vez que voy a la Galería Nacional [de Canadá], tengo una sensación muy profunda de agravio debido a la ausencia total de representación del arte africano-canadiense”, me dice Woods. “La última vez que fui [en febrero de 2019] había tres o cuatro trabajos que mostraban gente negra, hechos por artistas blanos. Y esa parecía ser su visión del arte negro o, al menos, su modo de rendir algún homenaje al arte negro. Pero no era arte creado por nosotros.”
Fuera de los centros urbanos de Montreal, Vancouver y Toronto, la falta de diversidad artística y de representación está exacerbada por lo reducido de la población. Para Alexa Joy, hacer su obra en Winnipeg significó una ardua lucha con la burocracia y la ignorancia. Fundó el Black Space Winnipeg, una asociación local destinada a promover el desarrollo y la visibilidad de la comunidad negra. En 2016, harta del eurocentrismo de la Noche Blanca de Winnipeg, inició la Noche Negra con la ayuda de diferentes líderes de la comunidad como el artista Gibril Bangura. “No hay un gran énfasis en el arte negro en el arte público de Manitoba”, dijo durante una entrevista después del foro.
Después de horas de forjar ideas sobre cómo influir en la política, hacer que las instituciones culturales asuman la responsabilidad y reafirmar las contribuciones artísticas negras canadienses, necesitábamos un descanso. Se sirvió una cena en la casa de Crook, y así se les permitió a los participantes dispersarse y tener conversaciones más íntimas. El hecho de estar reunidos sin un objetivo que ejerciera presión funcionó como un contrapeso de las densas discusiones de la jornada.
Los participantes se fueron el fin de semana revigorizados, la mente llena de proyectos. Especialmente fructíferos fueron los diálogos intergeneracionales en su abordaje de las tutorías y la herencia. Josephine Denis reflexionó sobre la responsabilidad que sentía al recordar las lecciones de sus tutores. Es importante, dijo, “asegurarnos de que no estamos teniendo exactamente la misma conversación o, si se nos impone la misma conversación, saber que que las generaciones pasadas ya hicieron el trabajo”. Su interés personal y profesional es cuidar y apoyar a artistas activos, asegurarse de que gocen de una representación equitativa en espacios institucionales y hacer visible y accesible su trabajo y así impedir su futuro borramiento. Como responsable de programas públicos y de la difusión de la Gallery of Contemporary Art de Montreal, Denis crea redes entre artistas, líderes comunitarios y la institución.
En cualquier caso, el foro constituyó un testimonio de la persistente tenacidad de los curadores negros en Canadá. A pesar de las fuerzas externas con las que deben lidiar, siempre se toman tiempo para ofrecer cuidado, tutorías y diálogos que pueden llevar a una evolución. Puede resultar un trabajo poco glamoroso y fastidioso criticar los modos en que el sistema está configurado para favorecer la blanquitud y ponerla en el centro, pero ellos lo están haciendo todos los días.
Kelsey Adams es escritor y crítico cultural. Oriundo de Toronto, su trabajo indaga la intersección de arte, cine y música con el foco puesto en los aportes de los productores culturalmente marginalizados.
El texto se publicó originalmente en canadianart.ca el 17 de diciembre de 2019.
Translation: Nicolás Gelormini