Antonio Catrileo Araya, Constanza Catrileo Araya, Malku Catrileo Araya, Alejandra Carrión Lira y Manuel Carrión Lira, artistas de dos familias mapuche, se unieron en 2016 y desde entonces forman la Comunidad Catrileo+Carrión, dedicada a las prácticas investigativas y la creación multidisciplinar.
Kizungünewün epupillan / autodeterminación dos espíritus. Dir. Comunidad Catrileo+Carrión, video-ensayo/video experimental, 2019, español y Mapuzungun.
Una comunidad afectiva
Nos imaginamos como una constelación afectiva. Nos hemos autodeterminado como una comunidad, pues hemos vivido todxs juntxs en diversos momentos de nuestras vidas. Se nos mezcla la vida y el arte, nos gusta imaginar que están entretejidas y que nosotres también lo estamos. Insistimos en ser una comunidad. Nuestros modos de relacionarnos vienen desde el poyewün (el cariño) como una provocación política que explora distintos lenguajes para comunicar y crear redes de reciprocidad a través del arte. Decidimos nombrarnos como comunidad, pues la palabra “colectivo” no encaja con nuestra práctica, que no es solo artística. Es también una provocación que dirigimos tanto al mundo tradicional mapuche como al mundo chileno, pues somos una comunidad de personas “no-heterosexuales” e indígenas, donde las experiencias marikas, lesbianas, trans, kuir y no binarias son prácticas políticas.
Tejedorxs y no artistas visuales
Las razones para entendernos como tejedorxs y no como artistas visuales tiene que ver con nuestra necesidad de abandonar la categoría de “arte contemporáneo”/“artes visuales” como destino de nuestro quehacer. Nuestro trabajo pasa por el mundo del arte y ahí hemos conocido gente y comunidades maravillosas, pero su potencia vital no termina ahí. Así, desplazamos el destino de nuestro trabajo, pues también hemos recibido el asedio neoliberal y multicultural del campo del arte, en específico cuando otrxs intentan negar o aplacar nuestra existencia. Ese es el trabajo político de tejer: seleccionar entre lo que queda visible y lo que queda invisible. Tejer es entonces comprender también la interrelación entre las cosas no humanas, por eso la palabra “tejer” nos permite enmarcar el video-ensayo, el trabajo editorial, la escritura especulativa, las acciones performático-ceremoniales y nuestra práctica del witral mapuche como un flujo constante de experimentación con la mapu o, como diría el kimche Juan Ñanculef, con la materia.
Epupillan: las almas libres
Hemos aprendido de las experiencias de activistas mapuche y de otros pueblos indígenas. Ellxs han protegido por mucho tiempo los conocimientos sobre epupillan, porque desde sus propios territorios han nombrado así a las personas que transitan entre lo masculino y femenino. Ha sido una manera de mantener vivo el recuerdo de nuestrxs ancestrxs, que fueron duramente reprimidxs y condenadxs bajo la categoría de “pecadores nefandos” o “sodomitas”. Así han sido descritas en la historia del colonialismo las personas que tienen otros modos de relación distinto a la heterosexualidad obligatoria. Epupillan es una manera de nombrar a las personas que en el presente podrían ser disidentes sexuales. Pero lo valioso de epupillan es que no se agota solo en una categoría sexual, aunque no negamos que muchas personas epupillan también se identifican como parte del espectro LGBTIQ+. Entonces no podemos separar nuestra sexualidad y nuestro placer del territorio que habitamos. Esa es la potencia política de epupillan que reivindicamos. Pocas personas quieren hablar sobre esto en las comunidades mapuche porque hay muchos prejuicios, pero en los últimos años ha surgido una verdadera explosión de personas que estamos recuperando estas memorias epupillan.
Pieza textil tejida en lana de oveja, técnica ñimikan. Territorio Kumeyaay (EEUU), 2021.
Tejiendo la memoria
El kimün o conocimiento mapuche asociado al telar (witral) viene de la memoria del lof (la comunidad) Catrileo. Antonio, Constanza y Malku nos han enseñado que tejer es más que algo técnico o incluso simbólico. Es realmente un proceso de recuperación política de la memoria que puede interrumpir procesos múltiples de despojo, ya que pone en tensión los discursos del mestizaje, interfiriendo la supremacía blanca que en países como Chile opera borrando cualquier rastro indígena o afrodescendiente. El proceso de aprendizaje del witral está acompañado por sueños (pewma), visiones (perimontu) y por sobre todo por la necesidad de crear comunidad. Al aprender el witral, nuestra comunidad ha recuperado conocimientos mapuche en nuestras propias familias y comunidades. Pues para nosotrxs, tejer, que es una técnica ancestral, es estar acompañadxs de otro ser, de otra temporalidad, es un acceso a comunicarse con lxs ancestrxs. Entonces, entablar conexiones a través del witral es remover la memoria de la vergüenza y omisión en los relatos familiares que buscan ocultar historias de migración, pobreza y disciminación anti-indígena. El witral nos muestra no solo la herida colonial sino que también nos regala posibilidades para imaginar cómo componer otros mundos, con otros ritmos, pesos, tensiones, colores y lógicas de programación. Porque el tejido es una programación.
Chile: nueva constitución y soberania indígena
Esperamos que exista una real transformación de las condiciones epistemológicas que articulan el Estado-nación chileno. Soñamos con que se acaben las instituciones carcelarias, la policía y las fronteras. Esperamos que la nueva constitución no solo reconozca a los pueblos indígenas como existentes y no obsoletos sino además como soberanos, autónomos y capaces de autoadministrarse. Quizás es una idea muy radical, pero en esa imaginación ponemos el amor de comunidad, ya que para nosotrxs la mejor constitución sería la que nos permita construir algo diferente. Es importante repensar Chile, pero no solo eso: también queremos pensar en la provocación de Chileyem, es decir, Chile ya se acabó; y otra cosa está por venir.
Reclamar la ancestralidad
Existe una forma de entender la indigeneidad que es muy limitada, y que queremos cuestionar y discutir con otras personas, pues la indigeneidad no necesariamente se da por el reconocimiento y leyes que fijan los Estados-naciones; no creemos que esa sea la única forma de ser indígena. Nos gustaría proponer otras vías donde sean las mismas comunidades indígenas con quienes nos hemos vinculado las que nos reconozcan y con las que podamos reclamar nuestras memorias para que no sean olvidadas. Donde nuestra agencia no tenga que mediar solamente con las políticas chilenas para decirnos si somos o no indígenas, un proceso basado en la pureza de sangre. Pues para los Estados-naciones la indigeneidad pareciera ser algo que se diluye con el tiempo y termina siendo cooptada por la identidad nacional. Somos pueblos que tenemos miles de años de existencia y la variación de la tradición es fundamental para la supervivencia. Nuestras indigeneidades están mirando y caminando hacia el siglo XXI. Hay que dejar atrás los prejuicios y estereotipos que se han hecho sobre nosotrxs.
Anna Azevedo es periodista, cineasta e investigadora de artes visuales con especialización en los procesos de reempleo de la imagen y la descolonización del arte contemporáneo.