La artista Paola Torres Núñez del Prado, nacida en Perú y radicada en Suecia, interviene tejidos y patrones tradicionales por medio de la tecnología para examinar conceptos como la traducción y la tergiversación. Conversamos con ella sobre la interpretación, la identidad y la herencia del Arte Conceptual.
Paola Torres Núñez del Prado, Corrupted Structure II (Andean), 2015. Cortesía de la artista.
Paola Torres Núñez del Prado, de Tender Room, 2018. Cortesía de la artista.
Paola Torres Núñez del Prado, SS - Wipe B, 2018 (Interactive Series). Cortesía de la artista.
Paola Torres Núñez del Prado, Corrupted Structure IV (Modern Mayan), 2018. Cortesía de la artista.
Paola Torres Núñez del Prado es una artista de origen peruano que trabaja en Lima y Estocolmo. Utiliza tejidos y modelos tradicionales y los interviene por medio de la tecnología. Su obra examina nociones relacionadas con la hermenéutica, tales como la interpretación, la traducción y la tergiversación. En medio del estado actual de “apertura” de Occidente a prácticas y estéticas no occidentales, conversamos con Paola sobre su carrera como artista, su trabajo y su posición en el mundo.
C&AL: Usted tiene una larga historia de práctica en el arte, ¿cuándo decidió formalizar su carrera como artista?
PTN: Pienso que para mí el conflicto no fue saber qué quería ser sino más bien reconocer lo que era y estar en buenos términos con eso. Cuando por primera vez me bosquejé a mí misma como pintora tenía seis años. De niña, manifestaba mis pensamientos pintando; de adolescente, los concursos de arte eran mi modo de probarme a mí misma; pienso que el quiebre se produjo cuando me mudé a Nueva York para estudiar; lo que esa escuela nueva y esa ciudad nueva me ofrecieron contrastaba mucho con mis experiencias al haber crecido en Lima.
Pienso que formalicé mi carrera después de egresar. El mercado hiperconsumista que lo “mancha” todo de Nueva York era arrollador, así que me volví a Perú, conseguí un trabajo en edición de videos pero en determinado momento lo dejé y me trasladé al sur. Pasé varios años atravesando un conflicto personal que involucró una profunda depresión. Al final terminé aceptando que si, yo iba a estar comprometida con lo que fuera que yo quisiera decir, entonces era mejor encontrar de qué valía la pena “hablar” más allá de mi experiencia personal. En este sentido, considero el arte algo inherentemente político.
C&AL: ¿Qué la decidió a convertirse en un artista visual?
PTN: Como dije antes, en mi caso no fue una cuestión de volverse artista sino de aceptar lo que yo era: ser una artista yo lo sentía como algo al mismo tiempo echado a perder y grandioso, como una especie de (ego) trip que podría terminar alcanzando una iluminada clarividencia o descendiendo a los más borrosos e incomprensibles fosos del yo. Desde una edad temprana, experimenté el ser-una-artista como una imposición más que como una elección; esto a veces resultaba claustrofóbico, pero aun así, hacer arte principalmente ha sido siempre algo sanador. También sabía que si me iba a embarcar en esa clase de camino creativo, en el privilegio de hacer arte que brota de las necesidades del ego mismo, contradictoriamente, esto se volvería una responsabilidad. Pienso que la consciencia de esa responsabilidad modeló de modo ineludible mi práctica artística y me permitió situarme mentalmente en el papel de “medium”.
C&AL: Su obra funde el arte con la tecnología. ¿Podría decirnos de dónde procede su interés por combinar ambas prácticas?
PTN: La mayoría de mis obras tiene por lo general elementos análogos y digitales, y con “análogo” me refiero también a la idea tradicional de “artesanía”. Pienso que la inclinación a usar ambas clases de elementos nació, por una parte, porque me di cuenta de que en un nivel elemental la tecnología me permitía hacer obras que reaccionaran ante la gente y cambiaran para ella, dado que la gente interactúa con las obras. Por otra, creo que viene del hecho de saber que podría usar esa cualidad dual, lo material/artesanía/análogo vs. lo virtual/automatizado/digital, como una manera de criticar la presencia hermenéutica implícita cuando se experimenta el arte hoy en día, la idea de que las obras de arte están para ser interpretadas/decodificadas, el inevitable legado del Arte Conceptual.
C&AL: Usted vivió y estudió muchos años fuera de su Perú natal, primero en Nueva York y actualmente en Estocolmo. Podría ser considerada una “artista diaspórica”. ¿Cuáles son sus puntos de vista y su postura sobre los debates en torno a la migración y la diáspora, particularmente en relación con el mundo del arte?
PTN: Para ser honesta, nunca me consideré “diaspórica”. Llevar una vida nómada ha sido mi elección. El hecho de que yo pueda ser etiquetada como una “artista migrante” en Suecia, donde vivo ahora, me hace sentir como si debiera actuar y pensar en concordancia con mi condición (de migrante) y que todas mis dudas e interrogantes puedan entenderse sólo dentro de ese marco. Esto nunca fue un tema en Nueva York, porque la ciudad es más diversa étnicamente. Pero tengo que admitir que he sentido cierta presión respecto a la interpretación de mi obra en Suecia: cada vez que incluye referencias a estilos y artesanías tradicionales de Perú, despierta cierto interés en la escena artística sueca, espero que no sea por la exotización o el imperativo de cubrir “cierta cuota de diversidad”, sino porque se ofrece algo diferente. Aunque siendo honesta, siento que es visto como la manifestación de una nostalgia que obviamente debe remitir a mi estado actual de estar viviendo un lugar diferente de aquel “al que pertenezco”.
C&AL: ¿Cómo se refleja eso en su obras, si es que se refleja?
PTN: Abordar el tema de la migración en este contexto puede ser visto como una imposición: entonces, me parece que cuando empezó a reflejarse en mi obra, tenía cierto matiz de cinismo. Cuando me mudé a Suecia, mi perspectiva subjetiva me hizo percibir que los artistas extranjeros sentían la necesidad de encajar en el papel de “artista migrante que aborda temas de migración”, un papel que la escena y el mercado del arte suecos parecían desear de ellos.
La cosa es que, por una parte, esas fuerzas que la ponen a una bajo el término genérico de “diaspórica” o “migrante” pueden rechazarse con la misma intensidad con que se rechaza cualquier otra clasificación impuesta. Pero por otra, es difícil negar la importancia y urgencia de un debate sobre el problema. Por eso, aunque es reciente, temas vinculados a la migración empezaron a impregnar algunas de mis obras, soy consciente de que esto puede llevar a que mi identidad se reduzca a (y sólo a) una identidad de migrante, y eso puede silenciar otros elementos importantes y reformular el significado de mi obra.
C&AL: ¿En qué está trabajando actualmente y dónde podremos ver su obra en un futuro cercano?
PTN: Por el momento estoy en Lima, con mi familia. Estoy haciendo una muestra en un lugar llamado Socorro Polivalente, un espacio artístico sin fines de lucro que, literalmente, me permite hacer lo que quiera. He desarrollado tres de mis series principales: Corrupted Structures, bordados electrónicos en apariencia “fallados” que incorporan visualizaciones de sonidos; Textile Controllers, tejidos inteligentes que sirven como interfaces para controlar archivos de sonido, y la serie Wipes. También comencé una nueva serie que aborda la traducción a 3d de las huacas, templos de tierra esparcidos a lo largo de toda la costa del Perú. En la performance Tender Room, que hice en el Museo de Arte Contemporáneo de Lima en abril de este año 2019 y presenté originalmente en Estocolmo en 2018, abordo temas como la vigilancia, la telepresencia, la migración y la maternidad. Me parece muy interesante ver cómo la recepción de las obras de arte cambia según el país y el contexto en el que se las exhibe.
Entrevista de Raquel Villar-Pérez, curadora y ensayista de arte española, radicada en Londres.
Traducción del inglés de Nicolás Gelormini