Clotilde Jiménez es un artista afrolatino, nacido en Honolulu, que vive y trabaja en México DF. A través del collage, la pintura y la escultura, Jiménez plantea preguntas relacionadas con la raza, la clase, la sexualidad y el género.
Clotilde Jiménez, The Contest , 2019. Cortesía del artista y de la Galería Mariane Ibrahim.
Clotilde Jiménez, Eat the Booty Like Groceries ("Cómete el botín como si fueran comestibles") 2018. Cortesía del artista y de la Galería Mariane Ibrahim.
Clotilde Jiménez, Always On Guard (Siempre en guardia), 2020. Cortesía del artista y de la Galería Mariane Ibrahim.
Clotilde Jiménez fue criado por su madre puertorriqueña en un barrio pobre del norte de Filadelfia, como hijo del medio, entre una hermana mayor y un hermano menor. Su padre, un boxeador afroamericano que competía a nivel aficionado, abandonó el hogar cuando Clotilde tenía cinco años.
Su educación se caracterizó por la continua interrogación de su entorno y, particularmente, de aspectos que definían su día a día, pero no aparecían en los medios de comunicación, como el trasfondo socioeconómico, el color de la piel o el tipo de cabello de las personas. Decidido a desafiar lo que se esperaba de él como joven afroamericano, Jiménez asistió a la escuela de arte y allí moldeó su práctica artística con el propósito de continuar su interrogación. “Mi trabajo artístico es sólo una forma de hacer preguntas”, explica Jiménez. “Intento acercarme cada vez más a algún tipo de comprensión del mundo que me rodea, pero no siento que esté obteniendo muchas respuestas y no sé si alguna vez las obtenga. Tal vez sea más una búsqueda colectiva, un esfuerzo comunitario, en el cual lleguemos al punto que me gustaría, si suficientes personas hablamos de estos temas”.
A partir de su historia familiar, el trabajo de Jiménez intenta deshacer temas complejos y de múltiples capas de significado que han estado arraigados en la psique de la humanidad durante siglos, como las ideas establecidas en torno a la raza o a la clase. Ideas que, hasta la fecha, se mantienen como verdades inamovibles. A pesar de la asociación de la práctica del artista con el actual movimiento de #BlackLivesMatter, Jiménez dice que su trabajo habla de los mismos temas planteados por el movimiento, pero no por causa de este: «He estado intentando examinar estos debates y avanzar en estos temas desde que comencé a producir arte», dice, y espera que un público amplio y compuesto por diversas comunidades se involucre con su trabajo, dado que sus temas son, de alguna forma, “parte de la experiencia de vida de todo el mundo».
La colorida estética de dibujos animados de las composiciones de Jiménez hace referencia a la infancia del artista, particularmente a su experiencia de asistir a una iglesia de la Convención Bautista del Sur. El artista admiraba la forma en que el pastor simplificaba las parábolas de tal modo que él las entendía. La simplificación y la accesibilidad de las complejas historias y preguntas que él plantea, de modo que todos puedan acceder a ellas y a su obra, han impulsado su práctica desde el principio. Para ello, Jiménez también incorpora una sensata dosis de humor, ya que, como sostiene, “es más fácil hablar de ciertas cosas si se abordan de manera cómica, aunque respetando el peso que tienen. Se trata de encontrar un equilibrio”.
Jiménez se inspira en el artista del Renacimiento de Harlem William H. Johnson, quien retrató a sujetos negros de una manera accesible, lejos del estilo realista académico. Con ese mismo espíritu de accesibilidad, que busca llegar a un público más amplio y ajeno al mundo del arte, Jiménez se esfuerza por crear un lenguaje visual que desafíe la tradición occidental.
Clotilde Jiménez, N.W.A. (Niggaz Wit Attitude) [N.C.A. (Negros con actitud)] 2016. Cortesía del artista y de la Galería Mariane Ibrahim.
Aún más, el artista ha desarrollado un lenguaje visual que representa a individuos que se parecen a él de manera significativa, y que cuentan la historia común de sus antepasados y de la vida negra a partir de su propia experiencia. Los pies y las manos grandes, en la obra de Jiménez, se convierten en un símbolo, y sugieren lo poco que la sociedad ha cambiado en términos de comprensión de la raza y la clase. «Mi abuela me decía que las manos y los pies de las personas negras eran más grandes debido al trabajo y las dificultades que habían atravesado», una situación que, aunque se ha transformado, perdura hasta la fecha. El carbón se ha vuelto cada vez más prominente en la obra de Jiménez como medio para representar los cuerpos negros, en un país que tiene una historia problemática con la raza y sufre las consecuencias de esta.
En los últimos años, Jiménez ha incorporado a su práctica la exploración de nociones de género y sexualidad, en un intento por ampliar la comprensión limitante que existe sobre estos temas, particularmente sobre la masculinidad; exploración que ha coincidido con el reconocimiento abierto de su bisexualidad. La serie más reciente de Jiménez, Pose y The Contest (El concurso) –expuestas en la Galería Mariane Ibrahim de Chicago en 2020– tratan precisamente de la intersección entre la masculinidad y la sexualidad del artista. A partir de su propia práctica de boxeo, que estuvo alentada por su padre a los 13 años, y que había sido una tradición familiar por generaciones, Jiménez describe la relación entre estos dos temas de su trabajo como “una carta abierta a mi padre”, en la que confiesa su verdad, en un gesto que busca “entender y desempaquetar mi propia relación queer con la corporalidad de este deporte».
Hay algo queer en la gente y, sobre todo, en los hombres que cultivan sus cuerpos mientras gruñen en el gimnasio, se frotan aceite y se ponen una pequeña tanga rosa-neón para subir al escenario y ser mirados por otros hombres.
Mujeres y hombres hipermusculosos, que hacen referencia a la figura de los gladiadores grecorromanos, son retratados en esta serie que celebra la desnudez atlética y el encanto estético de los cuerpos deportivos. Jiménez sensualiza la percepción corporizada de la masculinidad de los fisicoculturistas, bastante permeada por configuraciones convencionales y tóxicas en torno a la idea del «macho» poderoso, a favor de una apreciación de la belleza cruda de la corporalidad, independientemente del género. “Hay algo queer en la gente y, sobre todo, en los hombres que cultivan sus cuerpos mientras gruñen en el gimnasio, se frotan aceite y se ponen una pequeña tanga rosa-neón para subir al escenario y ser mirados por otros hombres”, dice Jiménez. El artista, por lo tanto, desmantela los principios limitantes de lo esperado, abriendo la imaginación a mayores posibilidades de interpretar el género y la presencia corporizada.
El gimnasio se erige, además, como un desnudo testimonio de este nuevo abanico de posibilidades de performatividad y comprensión del género, y Jiménez lo convierte en un templo sensual y seguro donde cuerpos performativos se vuelven objetos, sometidos a la mirada, el deseo y el encuentro erótico. “Un lugar”, explica, “donde se puede meditar”.
Raquel Villar-Pérez es autora y curadora de arte española con sede en el Reino Unido.
Traducción del inglés de Catalina Arango Correa