La caña de azúcar colonizó y fundó el Caribe. Llegó en el segundo viaje de Colón en 1493. Los primeros molinos de caña de los que se tiene noticia en la región empezaron a funcionar en 1506 en la colonia española de Santo Domingo. Los ingleses empezaron a producir azúcar en Barbados en 1627. En 1639, los franceses hicieron lo mismo en Martinica, después en Guadalupe. La plantación de azúcar estimuló la trata esclavista y la empresa colonial. Entre el siglo XVII y el siglo XIX, viajeros europeos y pintores amateur, no pocas veces financiados por los dueños de plantaciones, pintaron y narraron la plantación de azúcar como protagonista de un paisaje caribeño colonial e idílico. Una visión pintoresca que empezó a ser confrontada en el siglo XVIII en los discursos antiesclavistas.
La plantación ha ocupado de un modo obsesivo el imaginario del Caribe. En las primeras décadas del siglo XX, las élites intelectuales caribeñas y latinoamericanas se enfrascaron en una búsqueda de la identidad nacional, que volvió a la plantación de azúcar para construir un relato de la nación. El contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (1940), del cubano Fernando Ortiz y Casa Grande e Senzala (1933), del brasileño Gilberto Freyre, son dos ejemplos canónicos de la ensayística azucarera. A lo largo del siglo XX, imágenes más críticas o conflictivas de la plantación aparecen en la obra pictórica de Albert Huie, la poesía de Nicolás Guillén o la pintura de Wilfredo Lam.
Las últimas décadas del siglo XX y las primeras del XXI han sido testigos de una reactivación de las plantaciones de caña de azúcar para la producción de biocombustible, así como de la proliferación de debates sobre el legado colonial en el Caribe. En este contexto, un grupo cada vez mayor de artistas caribeños –a menudo en diálogo con intelectuales como Édouard Glissant de Martinica o Sylvia Wynter de Cuba– interroga el pasado y el presente de la plantación. Estas y estos artistas examinan los imaginarios provenientes del colonialismo, exploran las posibilidades materiales del azúcar, discuten los efectos ambientales de la plantación o los modos en que persiste la violencia del sistema azucarero.
Los ingenios: patrimonio a la deriva (2004), del dúo de artistas cubanos Atelier Morales, es una serie fotográfica de las ruinas de los veinticinco ingenios pintados por el francés Eduardo Laplante para el libro Los Ingenios: colección de vistas de los principales ingenios de la Isla de Cuba, publicado en 1857. Las acuarelas de Laplante eran una oda a la maquinaria de la plantación, que aparecía rodeada por un paisaje de ríos y palmeras.