Jota Mombaça se trasladó a Atenas para observar los múltiples eventos que rodearon la pasada documenta 14 (2017). Uno de ellos fue una muestra organizada por «Artists at Risk».
Por la ventana de El Bote de la Historia. El Parlamento de los Cuerpos, Documenta 14. Foto de Nikos Doulos. Cortesía de Nikos Doulos. *
Erkan Özgen, Wonderland (País de las Maravillas), 4 min, 2016. Captura de pantalla.
La primera escena de esta reflexión comienza en un bote. No el hiperrepresentado bote de la llamada crisis de refugiados de Europa, sino un bote diferente, llamado El Bote de la Historia. Fue parte del programa público de documenta 14, en 2017. Anna Papeti habló sobre música, tortura y ejercicios de poder militar dentro de los campamentos para prisioneros en Grecia, otra charla abordó el crucial dilema de cómo se silencian determinadas historias de sufrimiento y resiliencia. Y justo allí, en algún lugar del Mediterráneo, dentro de la flotante institucionalidad del bote de documenta se impusieron los siguientes interrogantes: ¿Cómo tomar en cuenta las historias acalladas por los mecanismos históricos de poder? ¿Cómo oír las voces situadas por debajo de la audibilidad de las investiduras históricas? Las respuestas a estas preguntas están supeditadas a un movimiento hacia los límites de la historicidad, a saber, los límites de la escritura histórica. Un movimiento que abarque procesos políticos y otras formas de narrar y archivar, a la vez que rompa con las versiones hegemónicas de poder, vida, libertad y violencia.
Escribí este texto desde Atenas, la ciudad donde fue a vivir como participante de una residencia que comenzó con el proyecto de la documenta “Aprender de Atenas”, y que permaneció en la ciudad como secuela de la presencia institucional del megaevento y de sus intervenciones en los modos locales de hacer cultura. Este es, pues, precisamente el contexto que quise confrontar con las cuestiones planteadas arriba. Este texto busca realizar una elaboración de y en los límites de narrativas y archivos. Cuando digo “alrededores” me refiero a los movimientos artísticos y políticos que están emergiendo en y pasando por la ciudad y están al lado de, para, a favor y en contra de la “intrusión” de esta inversión global de poder.
La última escena de esta meditación comienza en la sede del pabellón de Artists at Risk (Artistas en Riesgo). Artists at Risk (AR) es una plataforma “en la intersección de los derechos humanos y el arte” que brinda ayuda política a artistas que están en peligro en su país natal debido a la persecución política. El proyecto da asistencia en cuestiones relativas a las visas y muchos otros trámites, además de ofrecer el espacio Safe Haven Residencies a lo largo de Europa para la investigación artística sobre temáticas vinculadas a las tensiones geo y corpopolíticas en el mundo. Curado por Marita Muukkonen e Ivor Stodolsky, el pabellón AR –un recinto pequeño situado cerca de la plaza Omonia, en el centro de la ciudad de Atenas– es una muestra de obres de Pinar Öğrenci, Erkan Özgen e Issa Touma. Se inauguró la misma semana que la documenta de Atenas, el 8 de abril de 2017, como uno de los tantos eventos paralelos que tuvieron lugar en la ciudad.
Mi intención no es oponer aquí la iniciativa de AR a la enorme inversión de documenta en la ciudad de Atenas, ni afirmar aquel espacio como alternativa simétrica del megaevento. Creo que el Pabellón AR existe por sí mismo y merece ser considerado en sus propias dimensiones y posiciones. Sin embargo, la intención de este texto es analizar las cuestiones que surgieron en El Bote de la Historia y por esa razón la muestra organizada por Artistas at Risk aparece como un marco posible para discutir los límites de los archivos y la narrativa en los abordajes contemporáneos de la violencia, el sufrimiento o la necropolítica. En relación con este propósito conceptual, había al menos dos obras incluidas en el Pabellón AR que, considero, pueden servir de herramienta para pensar esos límites.
La primera es Wonderland (País de las Maravillas) (2016), de Erkan Özgen, un breve video de un niño sordo llamado Muhammed que habla sobre escenas necropolíticas de la guerra civil siria, de la que fue testigo en Kobane, la pequeña ciudad del norte de Siria donde vivía con su familia. Sin la capacidad de oír o hablar, Muhammed narra los horrores vividos de un modo que rompe la política de la voz definida por el régimen histórico dominante. Dado que en este caso la historia concreta de violencia es dicha a través de un lenguaje performativo que lleva el cuerpo entero del niño a la escena de escritura histórica, la obra llega hasta el mismo límite de la expresividad a fin de admitir la mediación que hace Muhammed de la historia como un procedimiento archivístico que desafía radicalmente la noción misma de archivo.
La segunda obra es 9 Days From My Window in Aleppo (9 días desde mi ventana en Alepo) (2012) de Issa Touma. Una de las primeras frases que dice la voz de Touma en la película es “Hoy es el primer día de guerra en mi calle”. Y después, del día 1 al día 9, con su cámara, el artista da testimonio de los sucesos de guerra desde su ventana, captando el movimiento de las fuerzas armadas de la resistencia, el proceso de montaje y desmontaje de un improvisado puesto de control, el movimiento fugitivo de algunos vecinos, la insistente permanencia de otros… La película se presenta como un alegato muy literal y visualmente crudo sobre cómo la guerra inscribe su violencia en la vida diaria de cierta comunidad o grupo de gente, pero al mismo tiempo incorpora esa cotidianidad dentro de sus propios límites, como se ilustra en la última frase dicha por Touma. “Esto seguirá mucho tiempo”. Y después: “No quiero seguir filmando la guerra”.
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Issa Touma – 9 Days From My Window in Aleppo. Producción: Paradox
La negativa de Issa Touma a “seguir filmando la guerra” se une –a través de la articulación curatorial de la exhibición– a la recreación parcial que hace Muhammed de sus recuerdos de la violencia, y así se crea un espacio común de opacidad en el que la escritura de la historia se convierte en algo que siempre ya está implicado en sus propias sombras; un movimiento interrumpido que consiste en la creación de grietas en las que pueden proliferar recuentos de la historia no hegemónicos. De esta forma, el Pabellón AR insinuó uno de las respuestas viables a los interrogantes que surgían en el Bote de la Historia de Documenta, pero de ningún modo prometió una historicidad universal: para sumarse a este riesgoso movimiento, es preciso saltar el bote de la historia, nadar en el mar de narrativas que fluye a su alrededor.
* Esta foto se tomó durante una de las presentaciones, cuando Nelli Kambouri estaba hablando sobre las relaciones entre los contenedores en el puerto del Pireo y la reorganización de los proyectos neoliberales en el capitalismo global.
Jota Mombaça es una bicha no binaria, nacida y criada en el nordeste de Brasil, que escribe, hace performances y realiza estudios académicos sobre las relaciones entre monstruosidad y humanidad, estudios kuir, giros descoloniales, interseccionalidad política, justicia anticolonial, redistribución de violencia, las ficciones visionarias, el fin del mundo y las tensiones entre ética, estética, arte y política en las producciones de conocimiento del sur-del-sur global. Trabajos actuales suyos son la colaboración con la Oficina de Imaginación Política (São Paulo) y la residencia artística junto con el Capacete 2017 en Documenta (Atenas/Kassel)
Traducción del inglés: Nicolás Gelormini