En África, la independencia dio lugar a la proliferación de festivales de arte y cultura, simposios, y encuentros musicales y, posteriormente, de cine. Esa escena emergente tuvo el sello permanente de diversos eventos realizados en varios países. Especialmente cuatro constituyeron fenómenos radicalmente nuevos para su época y merecen especial atención:
- El primer Festival Mundial de las Artes Negras (Dakar, 1966)
- El primer Festival Cultural Panafricano (Argel, 1969)
- El festival Zaire 74, en el marco del campeonato mundial de boxeo entre Mohammed Ali y George Foreman (Kinshasa, 1974)
- El Segundo Festival de Artes y Cultura Negras y Africanas, conocido como FESTAC (Lagos, 1977)
Los cuatro festivales siguieron un modelo similar. Recibieron delegaciones de todo el mundo y tuvieron decenas de miles de visitantes. Crearon encuentros entre música y bellas artes, teatro y cine, danza y literatura, y en un caso hasta se incluyó uno de los eventos deportivos más ambiciosos que se haya organizado en el continente. Hubo gran cantidad de paneles y mesas redondas. Se agregaron al trazado urbano grandes avenidas y se construyeron edificios imponentes (como el Dynamic Museum de Dakar y el Teatro Nacional de Lagos). Incluso se levantaron barrios enteros (por ejemplo, Festac Town de Lagos) y se modificó profundamente así la estructura de las ciudades anfitrionas. Los presupuestos de los festivales fueron descomunales y la estructura financiera, compleja.
Los festivales de Dakar, Argel, Kinshasa y Lagos dejaron su marca en el paisaje cultural panafricano, en el continente al norte y al sur del Sahara, e incluso más allá, inspirando a personas en los Estados Unidos, América Latina, el Caribe y las islas del Océano Índico. Curiosamente, sin embargo, no han concitado mucha atención entre los académicos y hasta la fecha nunca han sido objeto de un estudio colectivo. Este es un descuido crucial que prácticamente condenó al olvido todo un capítulo de la historia cultural y política del período poscolonial. El equipo del proyecto de investigación Panafest Archive (EHESS-CNRS, París) está trabajando para llenar ese vacío.
Como se dijo arriba, los grandes eventos de que hablamos tuvieron impacto global y continuaron siendo recordados como símbolos de una Edad de Oro. Deben ese recuerdo ante todo a su carácter político. Sería inexacto pensar que esos cuatros festivales fueron “meros” eventos culturales y artísticos. Verdaderos nodos centrales de una red de relaciones y representaciones, se ubicaban en el corazón de movimientos que tuvieron efectos globales mundiales en los estados-nación y en un incipiente imaginario político. Como espacios de coordinación y mediación entre creadores artísticos y decisores por un lado y públicos ampliamente heterogéneos por otro, funcionaron como cajas de resonancia para la difusión de ideas que antes habían estado limitadas a la élite. Vitrinas de los estados organizadores y participantes, sirvieron como antecámaras diplomáticas –a través de la obra de los artistas– para abordar diferentes problemas en diversos niveles: entre las jóvenes naciones africanas, entre el África del Norte, de cultura árabe, y el África subsahariana, entre países independientes y movimientos de liberación en las colonias remanentes y los regímenes de apartheid, entre las Américas y África, entre antiguas metrópolis y antiguas colonias, entre organizaciones internacionales y estructuras de colaboración bilateral.