Según nuestro editor adjunto Will Furtado, en el saber de los indígenas siempre ha estado la solución para una catástrofe ecológica que se alimenta de la idea de que el ser humano está por encima de todas las cosas.
Portada del libro “Cómo piensan los bosques” de Eduardo Kohn
Entre los pocos aspectos positivos de la actual pandemia uno es indiscutible: la reducción drástica de las emisiones de CO2[1] como resultado de las restricciones a los desplazamientos –es decir, con el debido respeto y sin intentar hablar en nombre del ambiente.
Lo anterior viene junto con la noticia de que la población de China ha alcanzado, en teoría, su punto máximo[2], y que han caído las tasas globales de natalidad; noticias ambas que constituyen un tónico para nuestro planeta enfermo. Desde hace un tiempo, los gobiernos se han alarmado ante la perspectiva de la extinción de la especie (¿humana?), y algunos han introducido medidas de protección, aunque estas recreen la dinámica mortal de la opresión que ha gobernado nuestro mundo hasta ahora, y pongan nuevamente en tela de juicio la necesidad misma de nuestra existencia. Por ejemplo, en los últimos años, Hungría[3] ha ofrecido incentivos para que las familias se reproduzcan a partir de una retórica nacionalista contra la inmigración, y el estado de Irán ha parado de proveer anticonceptivos y vasectomías.
Obsesionarse con la despoblación no sólo tiene que ver con las agendas nacionalistas, sino también con centrar lo humano en detrimento de todo lo demás. En el libro How Forests Think – Toward an Anthropology Beyond the Human [en español: Cómo piensan los bosques, editorial Abya Yala, Quito, 2014], el profesor asociado de Antropología en la Universidad McGill Eduardo Kohn desafía los fundamentos de la antropología, poniendo en tela de juicio nuestras suposiciones centrales sobre lo que significa ser humano y su supremacía.
Con base en sus investigaciones en la Amazonía, Kohn explica que «la individualidad o mismidad no se limita a los animales con cerebro; las plantas también tienen individualidad o mismidad. Tampoco es sinónimo de un organismo físicamente limitado; la mismidad puede distribuirse sobre los cuerpos (un seminario, una multitud o una colonia de hormigas pueden actuar como individuos). Asimismo, puede haber muchos individuos dentro de un cuerpo (las células son una especie de mismidad mínima).”
La centralidad de lo humano se encuentra también en las artes, y con ideologías no menos nefastas que en la política. Tomemos, por ejemplo, terra0[4], un proyecto de los artistas Paul Seiler y Paul Kolling lanzado en 2016. La idea detrás de terra0 es crear un área autosostenible de bosque alemán en el que el software del bosque venda de forma autónoma licencias de tala en blockchain, y monitoree sus recursos sin ninguna intervención humana. El objetivo es crear la primera entidad no humana dueña de sí misma del mundo, y que el bosque finalmente le compre de vuelta su tierra a sus interventores.
El uso de la tecnología blockchain para cuidar el ambiente no sólo es un oxímoron (dado el alto costo energético de las transacciones), sino que desconoce por completo el argumento de la ecología. En mayo, incluso el dudoso Tesla [5] , anunció que ya no aceptará pagos en bitcoin por el impacto de la minería. «Para imaginar una antropología más allá de lo humano, que no proyecte simplemente cualidades humanas en todo, debemos situar la moral ontológicamente», dice Eduardo Kohn sobre cómo los humanos deben relacionarse con la naturaleza si queremos descentrar lo humano. También explica que los mundos posibles que imaginamos con otros seres deben presentar una práctica ética que especifique qué tipo de florecimiento alientan y a expensas de quién.
Recentrar la flora y la fauna en la epistemología también significa abrazar las limitaciones de lo humano y, con eso, deconstruir el mito del salvador masculino blanco y su capitalismo tecno-patriarcal, como lo teorizó Paul B. Preciado en Testo Junkie (2008); algo que también explora el libro de Heba Y. Amin Operation Sunken Sea (2018), así como en el libro de Trisha Baga 1620 (2020) y Nikita Gale, DRRRUMMERRRRRR (2019/21).
De acuerdo con la cultura indígena centroamericana, muchas de las soluciones que los humanos están buscando siempre han existido, como son, por ejemplo, el máximo respeto por la naturaleza; la interconexión del planeta y el universo, y la falta de jerarquías entre la naturaleza, los animales y los humanos.
Kohn también explica que cuando dirigimos nuestra atención etnográfica a cómo nos relacionamos con otros tipos de seres, nuestras herramientas antropológicas (que tienen el efecto de divorciarnos del resto del mundo) se rompen. En este sentido, es el conocimiento indígena el que puede funcionar como una herramienta de reemplazo para reconfigurar la manera en que la vida puede existir y prosperar en la Tierra. Como señala Frank B. Willderson III: la plena capacidad de la vida sólo puede conocerse a través de su otro.
En la instalación de vídeo y performance de Grada Kilomba Illusions Vol. I, Narciso and Echo, 2017, la artista cuenta la historia de cómo, tal como Narciso, la cultura blanca está obsesionada consigo misma. Lo mismo ocurre con sus animales pensantes. Pero en (lo que bell hooks llama) un patriarcado clasista, capitalista, supremacista, blanco, esta obsesión por centrar lo humano no solo se produce a expensas de la naturaleza, sino también a expensas de aquellos que la sociedad todavía trata como menos que humanos; es decir, cualquiera que caiga por fuera de la matriz masculina blanca, rica, cis, hetero, capacitada.
Lo anterior explica por qué se necesitaron protestas globales para otorgarle a George Floyd el mínimo de justicia, cuando su asesino fue procesado[6] –algo que no sucedió con Breonna Taylor. Y también por qué las protestas pacíficas pro-Palestina fueron enfrentadas con violencia policial en París[7] y Berlín[8]; o por qué a las trabajadoras sexuales trans vih positivas en Colombia se les niega atención médica[9]; o por qué todavía no tenemos una píldora anticonceptiva masculina.
Es decir, para que verdaderamente descentremos lo humano y, por lo tanto, salvemos lo que queda de nuestro planeta, la sociedad en su conjunto debe reevaluar y redefinir lo humano y su animalidad genocida inherente con relación a una naturaleza no menos inferior. Y esto debe hacerse en teoría, pero también y, sobre todo, en la práctica.
Will Furtado es artista, escritor y editor adjunto de Contemporary And (C&).
Cómo piensan los árboles de Eduardo Kohn es uno de los libros presentados en the C& Center of Unfinished Business, en una cooperación entre Kunstraum Kreuzberg en Berlín y Contemporary And (C&).
[1] https://www.nature.com/articles/s41558-020-0797-x [2] https://www.theguardian.com/world/2021/may/08/as-the-global-family-shrinks-migrants-and-the-planet-benefit [3] https://balkaninsight.com/2020/02/17/the-strategic-reason-for-hungarys-free-fertility-plan [4] https://terra0.org [5] https://www.thedrive.com/news/40588/tesla-will-stop-accepting-bitcoin-over-environmental-impact-of-mining [6] https://www.bbc.com/news/world-us-canada-56818766 [7] https://www.reuters.com/world/middle-east/french-police-clash-with-pro-palestinian-protesters-paris-2021-05-15/ [8] https://www.dw.com/en/israel-gaza-crisis-police-break-up-pro-palestinian-rallies-in-german-cities/a-57540780 [9] https://www.buzzfeednews.com/article/otilliasteadman/alejandra-monocuco-colombia-trans-sex-worker-hiv