Un retrato del artista que con su obra artística-crítica cobija a las nuevas generaciones de artistas afrodescendientes en Colombia y Latinoamérica.
Dirección de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de Colombia, Condiciones aún por Titular, 2021-2022.
Después de exhibir por el mundo, desde Jerusalén hasta Sídney, Oscar Murillo retorna en 2021 a Bogotá desplegando, replegando, apilando y guindando metros y metros de sus lienzos embadurnados en óleo negro marfil. En guacales, siendo encomiendas transatlánticas, estas suturadas capas textiles envuelven una masa espesa con la que el artista conserva la genética de su producción y distribuye fresco su juego de sitio específico.
Las telas negras regresan a entonar la ruinosa atmósfera del Museo de Arte de la Universidad Nacional en Bogotá, cubriendo el inventario que ha venido acumulando Oscar Murillo los últimos ocho años. Esto incluye los cocidos de arcilla y maíz, los años viejos y las camisetas rellenas, los costales impresos con serigrafía, las rajadas bancas de iglesia europea, los metales y los videos. Agrupados ahora bajo la exposición Condiciones aún por titular con la curaduría de María Belén Sáez de Ibarra –la instalación se comenzó a gestar en el mismo museo bogotano en 2015–, por peso, convertidos en especie de divisa o moneda de cambio, estos fardos de tela y pigmento permiten olfatear las rutas de la empresa conceptual con la que el artista ha desembarcado en los grandes puertos, casas comerciales, instituciones culturales o edificios aduaneros (como en Manhattan durante la Performa 15).
En más de diez años de sobrevuelo de aguas internacionales, Oscar Murillo ha constituido una itinerancia sofisticando el oficio vuelto método de hacer-marcas, con las muchas acepciones que a esta expresión le ofrece su vocabulario bilingüe. La curadora Adrienne Edwards le abrió camino a Oscar Murillo, primero en Performa y luego en Blackness in Abstraction, untándolo de formalismos pictóricos y fisicalidades neo-concretas, sintonizándolo con la gesta y el gesto de artistas como Adam Pendleton, quien escribió el manifesto Black Dada inspirado por un poema de Amiri Baraka. No es fortuito entonces el encuentro de la máquina de coser con las telas – como paraguas– en esos camastros oxidados que el artista ofrece como mesas de disección.
Según Adam Pendleton, la abstracción es una fuerza siempre y cuando el sujeto sea reconocido erróneamente como un objeto. Sugiere que este error ha tenido lugar –para usar el lenguaje del poeta Fred Moten– por la resistencia de estos sujetos a ser utilizados como objetos. La trayectoria de Oscar Murillo no es una anomalía, ha sido precisamente el (re)curso del artista para tramitar dicha negación existencial.
“La abstracción es también volar… es libertad de los constreñimientos espacio-temporales del momento,” nos dice la artista Adrian Piper recordando que «precisamente practicando la abstracción, por medio de la poesía, la pintura, o lo que sea, es que el sujeto se confirma en algo más que objeto a sí mismo”. El obrar de Oscar Murillo cobija a las nuevas generaciones de artistas afrodescendientes que imaginamos ahora los futuros contenidos en todos nuestros pasados.
Su forma balsámica de abstraer el vacío de representación, a partir de la negrura en la base del pigmento marfil, fue transliterada a una gramática de ultratumba por el curador Okwui Enzwor en 2015 en la Bienal de Venecia. En la fachada del pabellón central, veinte enormes lienzos de Oscar Murillo perduraron como cortinas sepulcrales coronadas con un grito parafraseado en neón por el artista Glenn Ligon. El conjunto invocó, por compás filosófico, la tonada blues con la que el filósofo Cornell West vocaliza el himno de la vida en tiempos de decadencia imperial.
En Colombia la prensa corporativa ha sido complaciente y ha sellado la imagen de su cuerpo de trabajo con todos los hierros de la marca-país. Cadáver Exquisito. Mientras, la mayoría de los críticos, como oficiales de aduana, inspeccionan a Oscar Murillo a partir de parámetros biométricos. Además de no poder dejar de medirlo por su apariencia física, los reportes a centrales de estos policías de escritorio se han enfocado en fiscalizar nexos y actividades financieras, minando con sevicia la humanidad y el patrimonio del artista. Oscar Murillo, que a temprana edad migró con su familia desde La Paila, Valle del Cauca, hacia el Reino Unido, ha afirmado no sentirse un artista colombiano. Esto a pesar de tener un pasaporte colombiano y de tirar su pasaporte británico por el inodoro de un avión horas antes de aterrizar en Australia, siéndole negado el ingreso a la Bienal de Sídney para luego ser deportado a su tierra natal.
Colombia es un país de fronteras imaginadas donde la política cultural –como proyecto estatal de segura inclusión ciudadana– sigue estando repartida entre los conservadores y sus colecciones, y las liberales bancas, empresas y ferias. El trasegar diaspórico de Oscar Murillo ocupa y reclama espacios para las artes en Colombia más allá del paradigma nacionalista.
Detalle de la instalación Condiciones aún por titular, 2021-2022. Foto: Nicolas Vizcaíno Sánchez
El trasegar diaspórico de Oscar Murillo ocupa y reclama espacios para las artes en Colombia más allá del paradigma nacionalista.
Una intencionada fútil disposición mercantil en las instalaciones de Oscar Murillo devela, no solo el contradictorio fetichismo de su obra-mercancía, sino la voluntad del artista para rajar este problema y echarlo como combustible para acelerar su sistema de acumulación, distribución y consumo. En un pequeño dibujo a lápiz, una materia negra le suelta las partes a una máquina en lo que parece una fábrica textilera. Oscar Murillo, el dibujante, parece sugerir, por mecánica analogía, el desajuste en la línea de ensamble que echó a andar desde su afamada exposición individual Una novela mercantil.
Oscar Murillo, Condiciones aún por titular, sigue en el Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, hasta el 31 de mayo de 2022
Nicolás Vizcaíno Sánchez (1991-) artista-etc. Escribe ocasionalmente desde las montañas de Colombia.